Desde el lunes pasado hemos podido ver tanto en telediarios como en otros medios de comunicación las impresionantes imágenes que la contaminación atmosférica en China está dejando estos días.
Desde el lunes pasado una densa nube de polución en forma de niebla contaminante o esmog, está afectando a las tres provincias del noroeste del país, Liaoning, Jilin y Heilongjiang, afectando sobre todo a ciudades de esta última, entre las que han destacado, Yichun, Daging, Jiamusi y Harbin de donde proceden las imágenes e informaciones más impactantes.
Recomendaciones por parte del gobierno chino a los segmentos de población previsiblemente más sensibles ante una insuficiencia respiratoria (como ancianos y niños), cierre de escuelas, cierre de autopistas y carreteras, cancelación de vuelos y cierre de aeropuertos (como el internacional de Taiping) y una visibilidad reducida en algunos lugares a 10 metros, son sólo algunas de las consecuencias más espectaculares de esta macronube de esmog.
Comentábamos en un post precedente la peligrosidad de las partículas de aire en suspensión PM 2,5, las más dañinas para la salud humana. Los niveles que se han alcanzado estos días superaban los 1.000 microgramos por metro cúbico, cuando la OMS recomienda 25 y por otra parte se considera que por encima de 300 microgramos por metro cúbico el nivel es peligroso para la salud humana.
La explicación que se ha dado es que dicha niebla es una combinación de factores climatológicos y el aumento del consumo de carbón para la calefacción doméstica por el inicio de la estación fría. Es decir algo puntual.
El verdadero problema de la cuestión es que no se trata de un hecho puntual, la contaminación ambiental en estas regiones del noroeste de China es una de las más altas del mundo, es casi normal que en la capital Beijing, se alcancen valores superiores a los 600 microgramos por metro cúbico de forma casi permanente (aunque sólo se tienen datos desde el 2012, hasta entonces no se publicaban).
Recientemente un estudio de la Academia China de Planificación Medioambiental, aseguraba que el coste anual de la contaminación en su país se sitúa en los 176.000 millones de dólares anuales. Dicho informe se acompañó este verano pasado con otro de la Academia Nacional de Ciencias de China donde se aseguraba que los 500 millones de personas que viven en la zona norte viven una media de 5,5 años menos que los de la zona sur, debido precisamente a este tipo de contaminación. El problema es tal que el pasado mes de septiembre el Gobierno Chino anunció un plan de acción de reducción de la polución, basado en la disminución del uso del carbón y una apuesta por fuentes de energía renovables.
En China se ha aumentado constantemente el uso del carbón desde los años 90 del siglo pasado, el 50 % del carbón consumido en el mundo lo es en este país. El milagro económico del gigante asiático se ha asentado entre otros factores en un consumo creciente de energías no renovables. Además los efectos secundarios de este milagro económico, como el aumento espectacular del número de automóviles en circulación por ejemplo, no hacen sino agravar el problema.
Se atribuye a Mao Zhe Dong, la famosa frase de que si todos los chinos diesen una patada al suelo al mismo tiempo el mundo temblaría. Por supuesto no se trataba de una afirmación científica, era una metáfora socio-política. Lo que si es una afirmación científica, es que cuando en China se alcancen los mismos niveles de consumo energético por habitante que en los países occidentales (con el ejemplo de E.E.U.U. en cabeza), los recursos del Planeta Tierra y su capacidad de recuperación se verían seriamente comprometidos para la siguiente generación.