¿Rápido o lento? Hablando de trabajo, probablemente, independientemente de a quién preguntemos, la respuesta sea rápido, y cuanto antes, mejor. Esto es lo que nos ha llevado a tener en modo ‘on’ la permanente sinfonía cacofónica del acelerado tecleo de ordenadores, a girar en torno a la vorágine de la globalización, marcados por un movimiento mecánico y casi inconsciente, siempre intentando ir por delante – ¿delante de quién o de qué?- …Esta filosofía de vida, en lugar de ayudarnos a avanzar hacia el progreso, nos aleja de él. Si quieres saber de verdad como aumentar la productividad empresarial, mantener este ritmo y filosofía no es la solución.
La filosofía del Slow Down
Esos hechos son los propulsores del llamado Slow Down. Esta filosofía laboral tiene su precedente en el movimiento Slow food, una corriente con origen italiano con valores contrarios al Fast food, que invita a disfrutar de la comida, de la buena conversación de los comensales, del proceso de preparación, de los sabores,…
Pues Slow down también está basada en la desaceleración: la apología de lo rápido da paso- lentamente- a la calma y al ‘despacio’. Poco a poco, pero sin pausa significa trabajar con más calidad y retomar lo local, concreto y presente para olvidar lo global, indefinido y aún por llegar.
Work smart, not hard
Los empresarios que están obsesionados con el preguntarse como aumentar la productividad empresarial, creen que más horas de trabajos son la solución. La productividad empresarial no se consigue alargando la estancia en el lugar de trabajo, o acelerando el ritmo. De hecho, los datos publicados por la revista Business Week demuestran que los franceses, por ejemplo, con una jornada laboral de 35 horas a la semana son más productivos que los norteamericanos o los ingleses, que dedican más tiempo al trabajo. Y es que los americanos padecen una de las peores pobrezas que existen: de tiempo. Los horarios excesivos y extremos amenazan la salud, las relaciones sociales y la calidad de vida.
Como aumentar la productividad empresarial
Pero tampoco hay que confundirse: desacelerar no equivale a retroceder. La actitud “lenta” no significa hacer menos: se traduce en trabajar con menos estrés, con más atención y cuidado a los detalles con el consiguiente mejor desempeño, incremento de la calidad, cuidado de cada momento y a su máximo provecho. Si se es más selectivo en la actuación y se invierte el tiempo en las cosas realmente necesitan ser realizadas, la productividad aumenta permitiendo a su vez dar prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo personal de los trabajadores, y en su felicidad.
Las investigaciones respaldan la teoría: las personas felices incrementan su productividad hasta en 88% en comparación con aquellas que no tienen un estado de ánimo positivo. A veces es bueno dedicar un momento y recordar qué nos condujo a esta situación.
‘Trabajar para vivir, no vivir para trabajar’