El ritmo vertiginoso de cambio hace que sea cada vez más complicado estar a la última. La economía del tiempo complica cualquier plan estructurado e invita a la improvisación y la regeneración de las empresas constantemente. No hay tiempo para la perfección, es más, la perfección es inalcanzable si se apuesta por la mejora continua. Por eso, se abre un debate controvertido :la cultura del prototipo, el constante estado beta.
Constantemente en prueba
La era digital nos regala una nueva acepción del término prototipo, entendido como una forma de trabajo colaborativa y como modelo explicativo del cambio en la manera de conocer, aprender y producir.
El producto ya viene marcado por la obsolescencia, y en consecuencia, la rapidez de lanzamiento es vital. El método de ensayo y error se deja a un lado, todo tiene carácter provisional por lo que nunca se está fallando, sino que emerge y va progresando hasta consumir su vida útil.
Estamos siendo testigos de nuevas formas de escribir, de nuevo vocabulario, de formas distintas de intercambio y lo más importante, de documentación. Los archivos cobran vida, dejan de ser estáticos para aceptar contribuciones, casi siempre con un alto grado de interdisciplinaridad. Tenemos ejemplos de la cultura del prototipo en la wikis, el software libre y los servicios en beta. Los espacios de experimentación y creación conjunta permiten el desarrollo de proyectos que nunca se dan por concluidos, quedan a la espera de futuras incorporaciones, correcciones y avances. El proceso de innovación se acelera porque parte de la base del conocimiento y creatividad anteriormente desarrollado, se reutiliza y se remezcla lo que ya se ha trabajado bajo los protocolos establecidos en las comunidades abiertas.
Innovación y cooperación
Esta tendencia también ayuda a que la pequeña empresa pueda innovar, acudiendo a las redes de colaboración libre y estableciendo alianzas de cooperación. La colaboración vía networking tiene sus repercusiones en la propiedad intelectual y las licencias; no queda muy claro a quién es el autor, aunque reporta beneficios a través del ensamblaje de ideas y el aprovechamiento de la sinergia.
El arquetipo social y económico nos invita a la colaboración en pro del bien común. La red se afianza como un gran laboratorio de generación de experimentos y sus usuarios se transforman en participantes de la creación. Queda ver qué resultado tendrá está sociedad cada vez más anti-patentista.
Para aquellos que estén interesados en indagar sobre la materia, os recomiendo este artículo: La cultura de los prototipos
Me da la impresión de que estos nuevos planteamientos tecnológicos no van a llegar a buen puerto. La ciencia, hasta ahora, partía de hipótesis, contrastación, tesis y conclusiones. Con la cultura de los prototipos no hay garantías de verificabilidad, ni certeza, ni continuidad. Por lo que he leído en su aportación y en el artículo enlazado, estamos abonados a la ‘subcultura del relativismo’. Como decía el filósofo, ‘todo fluye y nada permanece’. Si es así, el afán humano de conocer la verdad también es una utopía. Las nuevas tecnologías son un instrumento muy valioso para promocionar y conocer la cultura, pero no pueden ser el único, ni el mejor. Hay pueblos que carecen de ellas y no por éso dejan de ser cultivados y ejemplares en humanidad: sus tradiciones, su legado y su historia constituyen una parte importante de su identidad, de su presente y de su futuro.