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Neuropsicología y neurocirugía funcional

14/02/2020
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La neuropsicología es una disciplina bastante joven y muchos de sus campos de actuación son aún desconocidos. Uno de los papeles más importantes que puede desempeñar el neuropsicólogo está dentro de la neurocirugía funcional. Aquí, su objetivo principal es el de permitir una intervención que garantice el menor daño posible al paciente.

Pero, ¿qué es exactamente la neurocirugía funcional y cómo se lleva a cabo? A lo largo de este artículo veremos los aspectos principales sobre este procedimiento.

Neurocirugía en las alteraciones estructurales y funcionales

Cuando hablamos de neurocirugía, nos referimos a la intervención quirúrgica del sistema nervioso central (SNC). Este se encuentra formado por el encéfalo y la médula espinal. Dicha operación está orientada a dar solución a las posibles patologías que estén causando algún tipo de interferencia en su correcto funcionamiento.

En las alteraciones del sistema nervioso existe una diferencia clara: alteraciones de estructura y de función. La neurocirugía centrada en la estructura está focalizada en la intervención de áreas concretas del sistema nervioso que están siendo afectadas. Mientras tanto, la neurocirugía funcional está centrada en intervenir sobre el sistema nervioso, prestando especial atención a la función cerebral alterada.

Por un lado, las alteraciones estructurales pueden estar causadas por problemas como procesos tumorales o necrosis por traumatismos o accidentes cerebrovasculares. Por otro lado, las alteraciones funcionales están originadas por problemas fisiopatológicos, de neurotransmisión o actividad neurológica anormal.

Las principales patologías sobre las que la neurocirugía funcional interviene actualmente son: la epilepsia, los trastornos del movimiento y los trastornos mentales.

Breve historia de la cirugía y las funciones cerebrales

La neurocirugía funcional tiene sus orígenes en la psicocirugía. Este tipo de intervención médica consiste en operar a pacientes que padecen problemas mentales y cuyo tratamiento farmacológico no les permite mejorar.

Las primeras psicocirugías fueron llevadas a cabo en 1888 por  Gottlieb Burckhardt, un psiquiatra suizo. Burckhardt intervino directamente sobre el cerebro de pacientes afectados por trastornos mentales. Los resultados obtenidos no fueron concluyentes. Muchas de estas personas murieron y otras, simplemente, quedaron en estado de apatía.

A mediados del siglo pasado, en 1949, el médico Walter Freeman continuó la experimentación en humanos. Su trabajo estaba basado en la investigación previa de Egas Moniz, un cirujano portugués. Freeman desarrolló una técnica conocida como lobotomía transorbital. Consistía en lesionar las conexiones nerviosas del lóbulo prefrontal con un orbitoclasto, algo similar a un picahielo. Se introducía este objeto a través de la parte superior del ojo del paciente, traspasando el párpado. Posteriormente, se presionaba el orbitoclasto con un martillo, lo que cortaba las conexiones nerviosas.

Inicialmente, Freeman solo trataba esquizofrenias graves, aunque después trató a todo tipo de persona. Su escaso rigor metodológico y el estado en el que dejaba a los pacientes hicieron que fuese muy criticado. Finalmente, la lobotomía terminó considerándose una atrocidad, desapareciendo poco a poco.

Brenda Milner y el paciente H.M.

Uno de los hitos más importantes en la intervención quirúrgica fue el caso de H.M. Este paciente era un joven estadounidense que fue intervenido por fuertes crisis epilépticas temporales. La extirpación de gran parte del lóbulo temporal hizo que se presentase una amnesia anterógrada. Debido a esto, pasó su vida sin poder crear nuevos recuerdos.

La neuropsicóloga Brenda Milner fue la encargada de estudiar este caso. Tras una importante investigación, pudo llegar a la conclusión de que las lesiones temporales impedían al paciente llevar a cabo la adquisición de nuevos recuerdos.

El caso de H.M. sentó las bases en la comprensión de la importancia que tenía atender a las zonas del cerebro que eran intervenidas. Con ello, desde entonces, se buscó que los daños posibles a los pacientes fuesen mínimos.

Neurocirugía funcional en la actualidad

Actualmente, podemos encontrar diversos equipos dedicados a la neurocirugía funcional. Estos se encuentran compuestos por una gran variedad de profesionales, teniendo una base multidisciplinar. Entre ellos encontramos a neurólogos, neurocirujanos, electrofisiólogos, neuropsicólogos, etc.

Existen diversos procedimientos en los que el neuropsicólogo puede resultar útil, pero los dos principales son:

  • Estimulación cerebral profunda: Mediante la colocación de electrodos en estructuras subcorticales. Permite aumentar la actividad de ciertas áreas con déficits funcionales. Se colocan generadores bajo la piel del tórax, y estos se conectan con las áreas a estimular.
  • Mapeo cortical intraoperatorio: Con el paciente despierto, se aplican descargas eléctricas directamente en su corteza cerebral. Para ello se realiza una craneotomía, que permite levantar el hueso del cráneo. Se observa cómo se afectan las funciones ligadas a ciertas áreas, permitiendo delimitar de manera precisa dónde se representan corticalmente. Esta técnica es especialmente importante, ya que la localización cortical funcional varía ligeramente de una persona a otra.

Objetivos del neuropsicólogo en la neurocirugía

Como podremos deducir, el papel del neuropsicólogo en este tipo de intervenciones resulta fundamental. El sistema nervioso es el órgano donde se asientan las funciones cognitivas, objeto de estudio de la neuropsicología. 

Principalmente, la valoración cognitiva trata de:

  • Identificar las funciones preservadas y las alteradas: Esto puede permitir saber cómo abordar el caso, usando las funciones preservadas como una potencialidad.
  • Establecer relaciones entre función cognitiva y estructura: Asegurando que las áreas en las que se intervengan estén bien delimitadas.
  • Plantear un pronóstico de riesgo de afectación cognitiva: Dependiendo de la localización de la lesión, se puede prever si el paciente resultará beneficiado o no.
  • Establecer una línea base para observar los beneficios posteriores de la neurocirugía: En base a la valoración inicial, podremos ver los efectos de la neurocirugía en el paciente. Los efectos pueden resultar tanto positivos, como negativos.

Necesidad de neuropsicólogos en quirófano

No existe, actualmente, una formación precisa que permita desempeñar este trabajo tan específico. Los neuropsicólogos que acceden a quirófano aún son muy escasos en nuestro país, aunque son necesarios. Principalmente se debe seguir una formación universitaria en psicología, unida a un posgrado en neuropsicología clínica. La actual situación de la labor del psicólogo en España no permite que aquellos sin formación clínica vía residencia intervengan en estos casos.

Cada vez son más los profesionales de la neurología que demandan la figura del neuropsicólogo dentro de los equipos de neurocirugía. El problema al que se enfrentan es que esta especialidad está regulándose aún en España, no permitiendo practicar un ejercicio adecuado en base a la legalidad vigente en la mayoría de los casos.

Sabiendo la importancia que tiene el neuropsicólogo dentro de la neurocirugía, es necesario que se desarrollen planes formativos especializados, similares a los de la Psicología Clínica. Con ello nos acercaríamos al fin de toda ciencia sanitaria, que es la mejor atención posible al paciente.

Categorizado en: Educación y Sociedad

No hay comentarios

  1. María de la Concepción Felipe solis dice:

    Los avances científicos que se alcancen a través de estudios de la neurocirugía funcional podrán aportar al conocimiento del órgano de la anatomía humana más desconocido «el cerebro». Este conocimiento debería integrarse a la teoría y práctica de los profesionales de la psicomotricidad teniendo en cuenta que la terapia, intervención y educación psicomotriz persiguen evaluar los niveles de funcionalidad, rehabilitar las funciones afectadas, estimular el desarrollo de las  potencialidades humanas en esta área; entendiéndola como, una parte de la dimensión biopsicosocial que constituye al ser humano. Al mismo tiempo, democratizar la información científica y poder conocer estos avances podría favorecer el desarrollo de programas de atención que favorezcan el desenvolvimiento personal, mejoren las interrelaciones de las/los pacientes y potencie sus funciones psicomotrices, de tal manera que, la intervención del psicomotricista pueda generar  mayor impacto positivo sobre la población atendida. Tal vez ampliando la formación del profesional de la psicomotricidad, favoreciendo que se pueda especializar cada día más, y que pueda participar aportando datos a las  investigaciones,  el psicomotricista pueda también alcanzar un reconocimiento profesional que cambie su situación laboral actual.  

    +1
  2. Cristina dice:

    Estoy muy interesada en aprender estos conocimientos. Me resultan muy interesantes.

    0

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